lunes, 2 de junio de 2014

Toda libertad tiene su precio.

VI

Cuando llegué a casa todas las luces estaban ya apagadas, así que, para no despertar a nadie, tanteé las paredes hasta llegar a mi habitación. Cerré la puerta con cuidado y, al encender la luz, vi que mi madre estaba sentada en mi cama, esperándome.
-Hola mamá.-Dije en voz baja mientras me soltaba la bandana negra y la dejaba sobre mi mesilla de noche.
-¿Dónde estabas?-Preguntó, también sin alzar la voz.
-Por ahí.-Me encogí de hombros mientras me daba la vuelta y me ponía frente a ella.
-Cuéntamelo.-Pidió con la misma voz con la que me consolaba cuando era niño.
Sin tener demasiado claro a qué se refería, me toqueteé el cabello mientras me sentaba en la cama a su lado.
-¿Qué quieres que te cuente?-Le pregunté cuidadosamente.
-Ha venido Oliver hace un rato.-Comenzó a hablar.-Dice que te proteja o acabarás como tu padre... Quiero saber a qué se refería.
-No soy papá, no acabaré en la cárcel.-Parpadeé, sin saber exactamente cómo explicarme.-Simplemente voy a sacarnos de aquí.
-Eres igual que él Roque, igual.-Ella movió la cabeza suavemente de un lado a otro, y cuando la miré a los ojos vi que a duras penas podía retener las lágrimas.
-No lo soy, no le conozco, no sé nada de él.-Suspiré.-No soy él.
Ella se levantó y sacó del bolsillo de su bata un sobre amarillo.
Lo cogí delicadamente y lo sostuve entre mis manos, sin saber qué hacer o qué decir.
-No voy a juzgarte ni a decirte qué debes hacer.-Me dijo.-Simplemente léelo.
Dio media vuelta y salió de mi habitación dejándome allí, con aquel sobre que crujía silenciosamente entre mis dedos que lo volteaban una y otra vez, cuando mi móvil comenzó a pitar. Dejé el sobre en la mesilla de noche y cogí el teléfono con ambas manos, que temblaban casi al ritmo de mis latidos.
-¿Roque?
-¿Papá? Papá, mañana es el día...

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-¡Roque!-Odiaba que me despertasen por las mañanas, pero aquella no era una cualquiera, y yo lo sabía. Si todo salía bien aquella sería la última mañana que pasaría en el barrio, que sería Rock, que viviría esa vida de pobreza y caras tristes y torturadas. Aquel día acabaría la vida que yo conocía.
Me até la bandana negra a la muñeca y, poniéndome sin prisas una camiseta gris, salí de mi habitación para encontrarme al enorme Garfio en medio de mi salón acompañado por mi madre. Gracias a Dios mi hermana aún dormía, yo siempre había hecho todo lo posible por mantenerla al margen de la banda, y hoy no iba a ser la excepción.
-Buenos días Rock.-El hombretón se acercó a mí y me dio la mano.
-Buenos días Garfio.-Le devolví el saludo y me volví.-Mamá, ¿podrías dejarnos solos?
Ella no dijo nada, me miró fijamente y salió de la estancia, tal y como yo le había pedido.
-Hermano, vengo aquí por orden de Fede, dice que tú ya sabes de qué va esto.-Me miró fijamente, como dudando de lo que el jefe le había dicho.
-Sí, me puso ayer al corriente.-Improvisé yo.
-Tienes que estar a las once en la calle de la luz.-Sacó entonces un revólver de los bolsillos interiores de su chaqueta y me lo tendió.-Es tu arma.
-Gracias.-Dije yo mientras pensaba dónde la podría guardar, no quería que nadie la viese.
-¿Estás seguro de esto, Rock?-Me preguntó.-Hace mucho tiempo que no trabajas para la banda.
-Casi un año.-Afirmé.-Pero hay cosas que nunca se olvidan.
-Eso espero, pero empezaste muy joven, podrías haber llegado lejos, haberle quitado el puesto a Fede.-Me dijo.-Todos nos preguntamos cómo pudiste cambiar tanto.
-Me di cuenta de que lo único que necesitaba, lo único que deseaba, era ser libre.
-Pero toda libertad tiene su precio.
-Lo sé, por eso hoy será pagado.