domingo, 18 de mayo de 2014

La mejor oferta que podía conseguir.

V


-Buenas tardes señora Vilanova.-Sonreí a la mujer de oscuros cabellos que apareció al otro lado de la puerta.

-Hola Roque, cielo, pasa, pasa.-La mujer me devolvió la sonrisa mientras se hacia un lado para que yo pudiese entrar.-Voy a avisar a Ariadna de que has venido.

Me senté en el sofá de un color marrón ya desgastado por el paso de los años mientras oía la voz chillona de mi chica preferida protestando.

-¿Qué haces aquí?-Preguntó tras salir de su habitación y entrar en la estancia en la que yo me encontraba. Iba completamente despeinada, con los cabellos rojos enmarañados y con los ojos relucientes.

-Venir a verte.

-Ya lo veo.-Dijo, furiosa, mientras cruzaba los brazos bajo el pecho.-Pero no entiendo por qué, estoy enfadada contigo Rock.

-Pero yo contigo no...-Me levanté y me acerqué a ella hasta quedarme justo en frente de su mueca de disgusto.

-Pero yo sí, márchate Rock.

Ignorándola, le aparté los mechones rojizos que caían en rizos apagados por su rostro lloroso y los coloqué en su lugar adecuado antes de mirarla a los ojos.

-Ariadna.-Suspiré, paladeando su nombre, todas las letras unidas a otras, antes de saborear sus labios también. Ella respondió al beso con la dulzura de la que sólo yo era conocedor antes de apartarse y mirarme.

-Te quiero Ari.-Admití.

-Y yo a ti.

-Lo sé.-Sonreí mientras le acariciaba el rostro.-Y por eso prometo recompensarte esta semana que he estado fuera.

-¿Cómo?-Sonrió, recuperando su típico aspecto de niña traviesa.

La miré a los ojos, esos ojos castaños que eran capaces de hacerme temblar sólo con proponérselo, y me separé un poco de ella. Pude ver como sus rasgos dudaban entre qué expresión formar cuando comencé a hablar.

-Ariadna Vilanova, ¿Querrías ser mi prometida?

Pude ver como las lágrimas se asomaban en su mirada y acababan nublando su rostro mientras ella movía la cabeza, viéndose negada de su voz.

-Pero Rock...-Comenzó a murmurar, un poco confusa.

-Puedes romperlo más adelante, si las cosas no funcionan bien. Míralo como un plan a largo plazo.-Suspiré.-Es la única manera que tengo de sacarte de aquí.

Ella parpadeó, sorprendida, pensando qué decir, cómo afrontar aquella situación.

-Sí, quiero prometerme contigo.-Acabó susurrando mientras se refugiaba entre mis brazos y yo la sostenía a duras penas.-Te quiero, te quiero, te quiero.

-Y yo a ti pequeña, y yo a ti.-La abracé más fuerte de lo que jamás había hecho antes de separarme unos centímetros de su piel para observarla. Ella me miró, y supe que no me había equivocado. Iba a ser muy arriesgado, pero aquella era la única manera de llevarla conmigo... tenía demasiadas cosas que contarle, pero ahora teníamos todo el tiempo del mundo.

 
                  -----------------------------------------------------------------------------------------
 

-Buenas noches chico de las sombras.

-Ya nadie me llama así.-Dije con la voz más seria que me vi capaz.

El hombre que me hablaba se situó junto a la farola que más alumbraba del cruce de la calle de la luz para que pudiese ver claramente su rostro. O más bien la falta de él.

-Lo sé, es que ya no eres ese chico Rock, ya no.-Se mesó la barba, pensativo, mientras me miraba.-Has cambiado mucho.

-Las personas lo hacen.-Me encogí de hombros mientras le devolvía la mirada. La verdad es que tenía un aspecto amenazante, con su cuerpo completamente tatuado, con su rostro lleno de cicatrices, con los años repartidos entre cada fragmento de su piel. Pero lo más estremecedor era su lengua, aquella que años atrás se había cortado y ahora quedaba dividida por la mitad, similar a la de una serpiente. Eso explicaba el nombre por el que Fede era llamado en los otros barrios.

-Tu padre no.-Sonrió, cruel como desde el primer día.

-No hables de mi padre.-Fruncí el ceño.-Él no está aquí para defenderse.

-Ni lo va a estar, o al menos no hasta dentro de ¿cuánto era?-Sacudió la cabeza, simulando estar pensando.-Aún le quedan quince años de cárcel, ¿verdad?

No respondí porque no era necesario.

-Pero bueno, no has venido para hablarme de eso, ¿verdad?

-No, hay cosas que tenemos que hablar, por ejemplo Ariadna.-Comencé por el tema de mi novia, ya que era más fácil de abarcar que el otro.-No quiero que vuelva a trabajar para ti.

Fede echó la cabeza hacia atrás a la vez que reía.

-Ah sí, ya recuerdo para que venías.-Sacudió la cabeza, sonriente.-No es principalmente por Ariadna, ¿a que no? Me han contado que el hermano de tu padre y tú habéis hecho negocios últimamente, negocios que conseguirán que tú y tu familia os marchéis de aquí para vivir con él, ¿no era eso?

Ladeé la cabeza, furioso porque ya estuviese al corriente de todo.

-Y supongo que pretendías ofrecerme algo para que yo lo permitiese.-Fede siguió sonriente.-Pensaste que sería fácil porque llevas un año inactivo, pensaste que yo estaría de acuerdo... y lo estaba, hasta que me he enterado esta tarde de que piensas llevarte a Ariadna. ¿Alguien más? ¿Oliver también se va contigo?

Fede rompió a reír de nuevo.

-¿Cómo se te ocurre prometerte con Ariadna? Ella es mía ahora, trabaja para mí, ha de obedecerme.

-Ella no es tuya, ella no es de nadie, no puedes tratarla como un objeto.-Respondí rápidamente.

-Ella es mía, mi trofeo, uno entre tantos Rock.-Fede sacudió la cabeza.-Pero como soy bueno, voy a ofrecerte un trato.

Levanté la mirada, atento.

-Harás un último trabajo para mí, y después de eso tú y tu familia podréis iros. Ariadna se queda.

Yo sabía que era la mejor oferta que podía conseguir, aunque no me gustase.

-¿Y si no lo hago?

-Tu hermanita entrará en activo en la banda, quiera o no.

-De acuerdo, pero quiero añadir algo al trato, que tus hombres dejen en paz a mi madre, no quiero volver a verla con moraduras.

-Eso está hecho.

-Bien, ¿qué es lo que tengo que hacer?

-Hay un hombre, Jorge se llama, que me debe dinero. Simplemente consíguelo y tráemelo. Garfio te informará de los detalles mañana.-Fede sonrió de nuevo.-No hagas como tu padre Rock, o me aseguraré de que esa herida en el pómulo te duela más que la primera vez.

sábado, 10 de mayo de 2014

Puedes conseguir cualquier cosa, o morir en el intento.

IV

Hola hermano.-Oliver se sentó frente a mí en la silla de madera del bar y se inclinó sobre la mesa para robarme un trozo de bocadillo.-Y digo lo de hermano porque parece que has entrado en razón.

Enarqué las cejas mientras daba un trago al zumo de naranja que presidía mi desayuno.

-La bandana.-Señaló mi muñeca derecha mientras masticaba.

-Hay que ser cauto.-Me encogí de hombros.-Pero sigo pensando igual, hoy hablaré con Fede.

-Volverás sangrando y lo sabes.

-No tengo nada que perder, pero sí mucho que ganar.-Suspiré.-Además tiene que aclararme algo relacionado con Ari.

-¿Cómo te has enterado?-Preguntó, curioso, mientras jugueteaba con sus gafas de sol, posiblemente robadas.

-No preguntes, ¿tú lo sabías?

-Hay mucho secretismo, pero al parecer Ariadna ha decidido subir de rango.

-¿Qué estás diciendo?-Noté como la sangre bombeaba más deprisa, casi tan furiosa como yo.

-Lo que oyes, al parecer lo ha conseguido por eso anoche no vino, tenía trabajo.

-No sabe lo que está haciendo.-Negué con la cabeza repetidamente.-¿Qué le mandaron hacer?

-Algún trapicheo supongo, querrán saber si está dispuesta a ello.

-Eso es peligroso Oliver, no debería ir jugando con estas cosas.

-Díselo a ella.-Mi amigo suspiró.-Lo hace por ti.

-¿Por mí?

-Cree que al subir de rango la valorarás más y dejarás a tu amante.-Oliver esbozó algo similar a una sonrisa.

-Está obsesionada con lo de la amante.

-La verdad es más dura que la historia que ella se ha montado.

-¿A qué te refieres?-Pregunté.

-Si te vas la dejarás aquí para siempre, hundida en este charco de barro.-Mi amigo me miró.-Y lo sabes, no puedes llevarnos a todos contigo.

-Entonces ¿realmente crees que puedo conseguir marcharme?

-Creo que puedes conseguir cualquier cosa, o al menos morir en el intento.

 
                                     -----------------------------

La calle de la luz era la más conocida de todo el vecindario, especialmente desde que Fede y los altos rangos de la banda la utilizaban como lugar principal, como cobijo. Era un lugar donde podías saber de buena mano que siempre habría alguien.

Me apoyé contra la pared que quedaba fuera de aquel lugar de encuentro entre los pandilleros, dubitativo. No tenía ninguna duda de lo que quería hacer, pero era consciente de que Oliver tenía razón, era consciente de que Fede me mataría.

Miré a ambos lados de la calle antes de sacar un cigarro y, con dedos temblorosos, buscar el mechero en el bolsillo de mi pantalón vaquero. No pude respirar tranquilo hasta que lo encontré y encendí aquel cilindro que sostenía entre mis dedos. Una vez expulsé el aire, pude pensar con claridad. Oliver tenía razón, Fede y su equipo no tendrían piedad, y yo sabía que muy pocos habían conseguido marcharse. Tan pocos que podía contarlos con los dedos de una mano y aún así me sobrarían. Sólo cuatro se habían enfrentado a Fede y uno de ellos murió en el intento de huir hacia una vida mejor. Los otros tres habían acabado en el hospital pero se habían recuperado y ya estaban demasiado lejos para encontrarles.

Tiré el cigarrillo al suelo y lo pisé con las deportivas antes de soltar un suspiro. Mis acciones se basarían en lo que pasaría a continuación, y yo era plenamente consciente de ello.

Me alejé de aquella pared y me decidí a entrar en el cruce llamado la calle de la luz sin ningún motivo sensato aparente y, como siempre, encontré a unos cuantos subordinados de Fede fumando y riendo, pero carentes de felicidad. O al menos de la felicidad que yo buscaba.

-Hola Garfio.-Me acerqué al más grande de ellos, una especie de hombre armario con enormes bíceps, tríceps y todos esos músculos que aprendí en la infancia y cuyos nombres habían desaparecido ya de mi mente.

-Hola Rock, hacía mucho que no te pasabas.-Dijo con su voz grave.

-Lo sé, han habido algunas movidas y eso.-Sacudí la cabeza, quitándole importancia.

-No te preocupes, todo pasa.-Él hizo un amago de sonrisa que resultaba más bien agria.-¿Cómo es que has venido ahora? ¿Necesitas algo?

-Tenemos nuevo material.-Dijo el otro, enseñando sus dientes amarillos.-Podemos prestarte.

-Fede tiene nuevas armas.-Aclaró Garfio mirándome a los ojos.-Y nuevas cosas que vender... ya me entiendes.

-Sí, por eso quería hablar con Fede, tenemos un par de cosas pendientes.-Dije sin cambiar mi expresión facial, o al menos en un intento por no hacerlo.-¿Sabéis dónde puedo encontrarle?

-Vendrá aquí esta noche, es todo lo que sabemos.

-Gracias por la información Garfio.

-De nada hermano, a ver si te pasas más a menudo.

-Lo intentaré.

sábado, 3 de mayo de 2014

En otro mundo

III
-Buenos días dormilón.-Un cojín aterrizó sobre mi costado, haciéndome gruñir inconscientemente.-Ya es hora de levantarse.

-Déjame dormir.-Pedí con voz somnolienta.

-No, ya has tenido bastante.-Unas manos pequeñas y congeladas comenzaron a hacerme cosquillas.

-¡Para!-Reí mientras cogía aquellos delicados brazos y hacía que su dueña cayese en la cama junto a mí.

-¡Estate quieto!-Pidió con lágrimas redondeando sus enormes ojos mientras la risa estallaba en mis oídos por culpa de aplicarle el método con el que ella misma había conseguido despertarme.

-¡Rock!-Gritó riendo, haciendo que me detuviese.

-No me vuelvas a llamar así ¿me oyes?-Dije lentamente mientras veía la duda teñirse en sus ojos marrones.

-¿Por qué? Todos lo hacen.-Preguntó.

-Para ti soy Roque, ¿entiendes Lena?-Besé su mejilla con cariño.-No quiero volver a oír a mi hermanita llamándome de otro modo.

-Está bien.-Dijo ella mientras yo me levantaba de la cama.-Por cierto, la pelirroja de pelo estropajo te está esperando en el salón.

-No la llames así.

-Qué pesadito te has levantado hoy con lo de los nombres, ¿no?-Sonrió sin moverse de mi cama.

-Lo sé.-Le devolví la sonrisa antes de salir de la habitación para ir en busca de mi novia.

-Al fin.-Dijo ésta malhumorada.

-Buenos días sirenita.-Me incliné hacia ella para besarla.

-No me llames así.-Ella frunció el ceño.-No soy una cría.

-Sí que lo eres, pero eres mi cría.-Sonreí mientras volvía ponerme de pie.-¿Has desayunado ya?

-Todavía no.

-Pues levántate Ari, Joaquín tendrá algo en el bar.-Me quité la camiseta de pijama y cogí la que mi madre había dejado junto a la tabla de planchar.

-Podemos quedarnos aquí.-Ella se mordió el labio inferior mientras me miraba.

-No, nos vamos al bar, mueve ese culo que dios te ha dado y ven aquí boba.-Bromeé.

Ella no se tomó la gracia como debería, pero aún así me hizo caso y se acercó a mí.

-Yo prefiero quedarme aquí.-Susurró mientras me abrazaba por la espalda.

Quité sus manos de mí y cogí la bandana negra que me pertecía, idéntica a la que ella lucía entre sus cabellos, y la anudé en mi muñeca recordando los consejos de Oliver.

-No quieres estar conmigo porque tienes a otra, ¿verdad?-Dijo ella entonces cruzando los brazos bajo el pecho y frunciendo el ceño.

-No seas tonta Ari.-Me di la vuelta para mirarla, pero en sus ojos oscuros no se veía siquiera la duda reflejada.

-Eres un mentiroso Rock, ¡Fede tenía razón!-Gritó ella.-No me arrepiento de nada.

-¿De qué estás hablando Ari?

-¡Déjame en paz!-Chilló mientras intentaba deshacerse de mí, ya que la había cogido por los brazos.

-¡Ariadna!

Ella soltó sus brazos y me miró muy fijamente antes de dar media vuelta y marcharse.

Sacudí la cabeza confuso, mientras mi hermana pequeña entraba en el salón con su camisón amarillento y se dejaba caer sobre el sofá.

-¿De verdad estás con otra?-Preguntó con una sonrisa.-Dime que sí por favor, porque esa pelirroja se lo tiene muy creído.

-No hay ninguna otra, Lena.-Admití mientras me acercaba a ella.

-Entonces ¿dónde has estado?

Bufé antes de responder.

-En otro mundo.-Eché la cabeza hacia atrás y la moví hacia la izquierda para poder mirarla mejor. Era preciosa, con sus cortos cabellos castaños y sus enormes ojos brillantes, con esa sonrisa sincera, con esa claridad e inocencia. Toda ella era preciosa, y por eso mismo debía protegerla.

-¿En serio? ¿Y no me has traído un souvenir?-Bromeó enseñando sus dientes pálidos.

-Tendrás más que eso.-Prometí antes de levantarme y besarla en la frente.-Voy a desayunar al bar de Joaquín, si ves a mamá dile que no se preocupe, que volveré esta noche.

-Deberías tener toque de queda.-Dijo ella fingiendo seriedad mientras yo me acercaba ya a la puerta.-Esos horarios tuyos nos llevan de cabeza.

-Tú sí que me llevas a mí de cabeza, princesa.-Sonreí antes de salir de casa. Al fin libre.